lunes, 19 de julio de 2010

A mis amigos



Esta entrada esta dedidacada a cada uno de mis amigos.
Cosme fulanito pidió ser el autor de esta entrada, seguramente le hubiese impreso algo de poesía (el cree que es talentoso), pero hacía mucho que no me daban derecho a opinar o al menos a postear.
Para aquel que no lo sabe, hoy 20 de junio se celebra el día del amigo, ¿que tiene de especial esa fecha? me preguntó un amigo con cara de entrañamiento...
Pues, ese día fue maravilloso para todos nosotros. Pasó algo de lo cual nadie duda de su existencia ni tampoco de su importancia: ¡El hombre llegó a la luna!
¿y eso que carajo tiene que ver con los amigos? preguntó el mismo amigo cada vez mas impaciente.
Bueno, yo que mierda sé. Seguramente en Estados unidos se terminaron los conflictos con la URSS. Contesté yo con entusiasmo.
Ok, dejemoslo así. Contestó mi gran amigo
Bueno, es verdad, la elección del día es una mierda. No tiene lógica, ni siquiera sabemos si los señores del norte llegaron a la luna o fumaron algo que los depositó allí. Lo cierto es que el día a celebrar no importa, la elección es arbitraria, pero considero que al menos una vez en el año, se debe festejar este día. Y no me vengan con eso de que "día del amigo es todos los días y yo no necesito de ninguna fecha para acordarme" porque a todos nos gusta recibir ese saludo y juntarnos ese día, otra vez, con los buenos amigos
Les dejo a continuación la letra de este bellísimo tema de Joan Manuel Serrat.
Y para cerrar, haciendo gala de mi extenso y maravilloso vocabulario les digo a todos y cada uno de mis amigos: ¡Feliz día, manga de hijos de puta!

NO MORE

Las malas compañías
(Joan Manuel Serrat)

Mis amigos son unos atorrantes.
Se exhiben sin pudor, beben a morro,
se pasan las consignas por el forro
y se mofan de cuestiones importantes.

Mis amigos son unos sinvergüenzas
que palpan a las damas el trasero,
que hacen en los lavabos agujeros
y les echan a patadas de las fiestas.

Mis amigos son unos desahogados
que orinan en mitad de la vereda,
contestan sin que nadie les pregunte
y juegan a los chinos sin monedas.

Mi santa madre
me lo decía:
"cuídate mucho, Juanito,
de las malas compañías".

Por eso es que a mis amigos
los mido con vara rasa
y los tengo muy escogidos,
son lo mejor de cada casa.

Mis amigos son unos malhechores,
convictos de atrapar sueños al vuelo,
que aplauden cuando el sol se trepa al cielo
y me abren su corazón como las flores.

Mis amigos son sueños imprevistos
que buscan sus piedras filosofales,
rondando por sórdidos arrabales
donde bajan los dioses sin ser vistos.

Mis amigos son gente cumplidora
que acuden cuando saben que yo espero.
Si les roza la muerte disimulan.
Que pa' ellos la amistad es lo primero.

lunes, 12 de julio de 2010

Una Foca en el armario

No es fácil vivir con una foca en el armario ¿me comprende?
Cuando la vi por primera vez, ahí, contrastando con unos zapatos negros de cuero (no hay que olvidar que los cachorros de foca tiene un pelaje blanco como la nieve), me pregunté como hacía para sobrevivir sin agua, ya que, si bien son mamíferos y viven del mismo aire que nosotros, necesitan del agua para sobrevivir. Pensé que habría llegado con su familia, escapando de la caza indiscriminada de focas y que la habrían dejado allí mientras buscaban algo mejor.
En un principio despertó en mí cierta compasión. No podía dejarla a su suerte. Se la notaba hambrienta y me supuse que un poco de leche no le vendría mal. De todos modos ¿cuánto más podría llegar a quedarse allí?
Cuando regresé de trabajar la noche siguiente, subí las escaleras con suma velocidad para comprobar que ya se hubiese ido, seguramente la habrían venido a buscar sus padres o alguna amiga foca (realmente no sabía mucho sobre el manejo de las focas) pero cuando abrí el armario allí estaba, mirándome con sus ojos negros y pidiéndome la cena (ella no hablaba, pero se notaba en su actitud que demandaba cierta atención). Cuando le llevé la leche supe que no tenía intenciones de irse.
A los seis meses su pelaje ya había cambiado por un color marrón oscuro y comenzó a emitir una especie de agudo ladrido con el cual me llamaba para que la atienda. Ya no tomaba leche, me lo hizo saber una noche en la que, sin ninguna vergüenza, la escupió sobre mi pecho con una actitud altanera. Todas las noches tenía que llevarle pescado fresco de la pescadería de la estación, porque, claro, a ella no le gustaban los cornalitos o pejerreyes que vendían en la esquina de mi casa. Nunca entendí este punto ya que las focas no mastican la comida sino que tragan grandes bocados. A veces me despertaba, mediante esos extraños ladridos, en medio de la noche solo para ver si me tenía controlado. Me acercaba, abría la puerta del armario y ahí seguía ella, mirándome con altivez.
Cuando cumplió dos años de edad (edad adulta de las focas) comenzaron los mayores problemas. Una gran cantidad de escamas de pescado en el bolsillo interior de mi saco, me hizo sospechar que tal vez estuviese usando la ropa que guardaba en el placard.
A veces llegaba a mi casa y escuchaba música saliendo del armario (le había tenido que comprar el equipo de audio que me había exigido) abría la puerta del mueble y la encontraba jugando a las cartas con otras focas rodeadas de botellas de licor barato. No es que me moleste que haya hecho amistades, pero, como todo el mundo sabe, las focas embriagadas son muy ruidosas, además de agresivas. Por supuesto, con una simple mirada me ordenaba que cerrase la puerta y me metiera en mis asuntos.
El tema empezó a molestarme. La foca cada vez demandaba más atención y sus pedidos no tenían límites: revistas del National geografic, un televisor, videojuegos, una notebook y hasta un celular. A todo esto habría que sumarle el trato humillante que tenía para conmigo. Nunca un “gracias”, ni un gesto de satisfacción. Yo estaba allí para su servicio y ella para ser atendida.
Estaba decidido, ¡tenía que recuperar mi armario! Por supuesto, no podía hacerlo a la fuerza, el animal había tomado el control y no iba a permitir que yo hiciese algo por propia voluntad. Tenía que lograr que tomase la decisión por sí misma. Se me ocurrió que, tal vez si decidiese tener una familia, tendría que mudarse, ir a la costa, a su habitat, donde el espacio sería más amplio. Conseguí una foca macho, bien parecido, con el pelo sedoso y unos ojos enormes, creí que, para una foca, ese sería el ideal de la belleza.
Cuando los presenté, la atracción fue instantánea. La foca me miró y me instó a que cierre la puerta.
Resultaba evidente que mi plan había funcionado, no podían estar el uno sin el otro. Les preparé una cena con calamares y langostinos a la luz de las velas, les di mis mejores libros de poesía y compré algunos discos románticos para crear el ambiente.
Las focas se decidieron a formar una familia, necesitan espacio, están hacinadas en mi pequeño armario.
Es por eso que vine a su mueblería, necesito un armario para tres focas, están en la dulce espera, ¿me comprende?

Cosme Fulanito