lunes, 12 de julio de 2010

Una Foca en el armario

No es fácil vivir con una foca en el armario ¿me comprende?
Cuando la vi por primera vez, ahí, contrastando con unos zapatos negros de cuero (no hay que olvidar que los cachorros de foca tiene un pelaje blanco como la nieve), me pregunté como hacía para sobrevivir sin agua, ya que, si bien son mamíferos y viven del mismo aire que nosotros, necesitan del agua para sobrevivir. Pensé que habría llegado con su familia, escapando de la caza indiscriminada de focas y que la habrían dejado allí mientras buscaban algo mejor.
En un principio despertó en mí cierta compasión. No podía dejarla a su suerte. Se la notaba hambrienta y me supuse que un poco de leche no le vendría mal. De todos modos ¿cuánto más podría llegar a quedarse allí?
Cuando regresé de trabajar la noche siguiente, subí las escaleras con suma velocidad para comprobar que ya se hubiese ido, seguramente la habrían venido a buscar sus padres o alguna amiga foca (realmente no sabía mucho sobre el manejo de las focas) pero cuando abrí el armario allí estaba, mirándome con sus ojos negros y pidiéndome la cena (ella no hablaba, pero se notaba en su actitud que demandaba cierta atención). Cuando le llevé la leche supe que no tenía intenciones de irse.
A los seis meses su pelaje ya había cambiado por un color marrón oscuro y comenzó a emitir una especie de agudo ladrido con el cual me llamaba para que la atienda. Ya no tomaba leche, me lo hizo saber una noche en la que, sin ninguna vergüenza, la escupió sobre mi pecho con una actitud altanera. Todas las noches tenía que llevarle pescado fresco de la pescadería de la estación, porque, claro, a ella no le gustaban los cornalitos o pejerreyes que vendían en la esquina de mi casa. Nunca entendí este punto ya que las focas no mastican la comida sino que tragan grandes bocados. A veces me despertaba, mediante esos extraños ladridos, en medio de la noche solo para ver si me tenía controlado. Me acercaba, abría la puerta del armario y ahí seguía ella, mirándome con altivez.
Cuando cumplió dos años de edad (edad adulta de las focas) comenzaron los mayores problemas. Una gran cantidad de escamas de pescado en el bolsillo interior de mi saco, me hizo sospechar que tal vez estuviese usando la ropa que guardaba en el placard.
A veces llegaba a mi casa y escuchaba música saliendo del armario (le había tenido que comprar el equipo de audio que me había exigido) abría la puerta del mueble y la encontraba jugando a las cartas con otras focas rodeadas de botellas de licor barato. No es que me moleste que haya hecho amistades, pero, como todo el mundo sabe, las focas embriagadas son muy ruidosas, además de agresivas. Por supuesto, con una simple mirada me ordenaba que cerrase la puerta y me metiera en mis asuntos.
El tema empezó a molestarme. La foca cada vez demandaba más atención y sus pedidos no tenían límites: revistas del National geografic, un televisor, videojuegos, una notebook y hasta un celular. A todo esto habría que sumarle el trato humillante que tenía para conmigo. Nunca un “gracias”, ni un gesto de satisfacción. Yo estaba allí para su servicio y ella para ser atendida.
Estaba decidido, ¡tenía que recuperar mi armario! Por supuesto, no podía hacerlo a la fuerza, el animal había tomado el control y no iba a permitir que yo hiciese algo por propia voluntad. Tenía que lograr que tomase la decisión por sí misma. Se me ocurrió que, tal vez si decidiese tener una familia, tendría que mudarse, ir a la costa, a su habitat, donde el espacio sería más amplio. Conseguí una foca macho, bien parecido, con el pelo sedoso y unos ojos enormes, creí que, para una foca, ese sería el ideal de la belleza.
Cuando los presenté, la atracción fue instantánea. La foca me miró y me instó a que cierre la puerta.
Resultaba evidente que mi plan había funcionado, no podían estar el uno sin el otro. Les preparé una cena con calamares y langostinos a la luz de las velas, les di mis mejores libros de poesía y compré algunos discos románticos para crear el ambiente.
Las focas se decidieron a formar una familia, necesitan espacio, están hacinadas en mi pequeño armario.
Es por eso que vine a su mueblería, necesito un armario para tres focas, están en la dulce espera, ¿me comprende?

Cosme Fulanito

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