domingo, 14 de febrero de 2010

Una mina

El fútbol tiene esas cosas. Nadie esperaba mucho de los once desamparados (así era como los llamaban en el barrio). Siempre últimos, valla más vencida y delantera menos goleadora.
El alambrado que rodeaba la cancha tenía fisuras por los cuatro costados, quedaba un poco de césped cerca del banderín del corner (en realidad solo quedaba una vara plástica enterrada en la tierra a fuerza de ladrillazos) del arco que daba a la calle.
El área chica de ambos arcos estaba tan desgastada que los arqueros parecían sumergirse en un desnivel que les sacaba altura. Por suerte Don Chicho, se encargaba todas las mañanas de los domingos (siempre y cuando no hubiese tomado el tercer cartón de vino la noche anterior) de pasar un rodillo con cal para demarcar los sectores de la cancha.
Los desamparados no tenían hinchas, nadie iba a verlos excepto por "el Moncho" Molina, que aprovechaba las mañanas de los domingos para que la noche del sábado sea mas larga. Se sentaba detrás del alambrado con dos cervezas y comenzaba con sus burlas y salivazos que impactaban, dependiendo del lado donde atacaran, en el número tres ("el Colo") y cuatro ("El bocón") de los desamparados en el momento que disponían a ejecutar un saque de banda.
El campeonato estaba llegando a su fin. Última fecha, de local, contra Defensores de Burzaco. El partido era más que nada para las estadísticas. Defensores se había consagrado campeón hacía ya dos semanas. Llevaban dieciocho partidos jugados habiendo ganado todos por un margen mínimo de tres goles y con solo cinco goles en contra.
Los locales se reunieron en el vestuario y comenzaron con la ceremonia del reparto de camisetas.
- ¿Llegó "El Chale"?- preguntaba el flamante capitán y segundo central del equipo, Alejandro.
- Dijo que venía sobre la hora. Tenía que hacer un flete acá a seis cuadras- contestaba "el Simio", Compañero de defensa de Alejandro, que se había ganado su apodo por su rusticidad en la tarea defensiva.
- Le guardamos la diez entonces. Mario, ¿Trajiste los guantes?
- No che, los dejé en la construcción, se me pasó.
- Siempre el mismo boludo vos. Te doy los míos.
El reparto continuó hasta que todas las camisetas tuvieron su dueño. Vale recalcar que debido a tantos años de torneos, la camiseta más sana era la número siete que usaba "el Gordo" Garbarini, la cual tenía solo un agujero debajo de la axila y el numero siete estaba despegado desde la parte superior lo que hacía que flameara en contacto con el aire.
Luego del sorteo se dispusieron en el campo. "El Chale" llegó, como había dicho, sobre la hora y, con el diez en la espalda, tomó su posición.
Sonó el pitido del arbitro y desde el costado de la cancha se escuchó el primer grito del "Moncho": “¡A ver cuantos se comen hoy! ¡Manga de muertos!” y escupió al "Colo" justo debajo del número tres.
El partido comenzó como era de esperarse.
En la primer jugada, el cinco de Defensores (un jugador de una clase excepcional) dejó solo al wing izquierdo, luego de pasar como poste al “Simio” que en el intento por buscar la pelota fue a parar, barrida de por medio, contra el alambrado donde estaba el “Moncho” quien no podía creer la oportunidad que tenía (en este caso el impacto fue en la frente) El delantero definió ante la salida de Mario impactando el balón con el borde interno del pie zurdo y colocándolo abajo, junto al palo.
El primer tiempo prosiguió de la misma manera. Un dominio constante de Defensores, abanderado por el número cinco a quien no había manera de sacarle la pelota.
Fin del primer tiempo y tres a cero para los visitantes.
Esperaron los quince minutos en el vestuario envueltos en un silencio sepulcral hasta que los llamó el juez: “muchachos, ya es hora”.
Volvieron a la cancha. El árbitro hizo sonar su silbato. “Preparate cuatro, ahora te toca a vos” Gritó "el Moncho".
Nada cambió. Defensores siguió aprovechando los garrafales errores de los locales. “Ese cinco es un fenómeno” decía "el Chale" mientras recuperaba el aire apoyando las palmas de su mano contra sus muslos. A medida que el tiempo pasaba, el marcador engordaba, uno, dos, tres, cuatro… Llegando a los cuarenta minutos el partido iba siete a cero a favor de defensores
Faltaban cinco minutos para el final, la tortura tenía que terminar.
Tras un lateral de los visitantes, la pelota quedó sin dueño, picando en el área de los desamparados, "el Simio” la golpeó con rabia, con la clase que lo caracterizaba. La pelota voló, hacia el lateral superando el precario alambrado y golpeando las ramas de un árbol que estaba cruzando la calle. “Yo voy”, dijo "el Chale".
Cuando se disponía a salir por uno de los agujeros que había en el alambrado, vieron el milagro.
Mario se acercó incrédulo hasta la posición de Alejandro y dijo: “una mina…”
Alejandro parecía una estatua, y sin mirar a su compañero, repitió: “una mina…”
Se podían escuchar los murmullos de los jugadores locales que no dejaban de observar la situación.
La joven traía el balón como si se tratara de un recién nacido, arrullándolo y mirando que nada lo molestase. Se acercó al "Chale", que transpiraba mas por esa situación que por el esfuerzo que había experimentado hasta el momento. Ella dejó la pelota en las manos del diez y este, luego de unos segundos atino a decir:
- Gracias…
- Hay que cuidarlo más…- le reprochó la mujer
"Chale" dejó la pelota en manos del rival y volvió al campo sin decir nada.
Ella, lejos de volver por donde había venido, se paró, apoyándose con los antebrazos junto al alambrado y se quedó mirando el partido. Miraba con sus profundos ojos verdes, el viento hacía flamear su pelo negro como flameaba el número siete del gordo Garbarini. Su pantalón blanco y su remera gris, su figura infartante, su…
“¡Juegue!”, gritó el juez y ese grito devolvió a los jugadores locales a la realidad.
La pelota volvió al campo y el cinco de Defensores sin vacilar la golpeó, queriéndo colocarla con mucha fuerza y precisión en el ángulo derecho del arco defendido por Mario. La pelota viajo, segura del destino de red que le habían asignado. Mario voló hacia ella y, con su guante de albañil, se interpuso en su camino. Corner.
Nadie se acordaba cuando había sido la última vez que Mario había logrado una tapada semejante, de hecho, costaba recordar cuando había, al menos, parado una pelota que se dirigía hacia el arco.
Y allí fue cuando lo escucharon. La mujer aplaudía. No sólo estaba mirando el partido sino que simpatizaba por "los desamparados". “Es un ángel” pensaba Alejandro.
Los jugadores estaban atónitos. Más aún, después de que el centro arrojado al área fuera descolgado por Mario quien rápidamente le cedió la pelota al "Colo" con un pase con la mano. "El Colo" paró la pelota con el pecho y la durmió bajo la suela y ante la marca del wing derecho, cambió el juego hacia la otra banda con un exquisito pase por el aire. El lateral derecho bajo la pelota con el muslo y avanzó por la banda. "El bocón" pisó la pelota hacia el pie izquierdo dejando sin esperanzas al siete rival que no pudo hacer más que mirarle la espalda mientras seguía con su escalada. El volante por izquierda rival se acercó presuroso y ante la atónita mirada del "Moncho" le tiró un túnel que lo dejó mirando hacia el piso preguntándose por dónde habría pasado esa pelota. En ese momento a lo lejos se escucho: “Oleeeee”. La joven había cambiado de posición, saltaba junto al alambrado y avanzaba conforme a la jugada.
El bocón tocó la pelota hacia el medio, donde "el Simio" había llegado, empujando al equipo desde el fondo y sin dejarla picar, jugó de primera haciendo un pase de veinte metros que encontró el pecho de "el Chale". El mediocampista vió la llegada del número cinco rival y con un lujoso sombrero, regateó su imponente figura. Avanzó los diez metros que lo separaban del área rival. El segundo central se arrojo a sus pies y, "el Chale", enganche mediante, lo hizo pasar de largo. “¡ooooleeee!” se escuchó aún mas fuerte desde atrás del alambre. "Chale" observó que el arquero comenzaba su carrera hacia él y, golpeando la pelota bien desde abajo, colocó un tiro por arriba del uno, que solo atinó a mirar. La pelota viajaba hacia el gol cuando el primer central apareció desde la nada y, arrojándose por los aires rechazó el balón con un cabezazo que envió la pelota al corner. ¡Uuuuuuuuhh! se escuchó desde el costado de la cancha seguido de un enérgico aplauso. "Chale" tomó la pelota y se dispuso a realizar el tiro de esquina. El área estaba atiborrada. Empujones, codazos, golpes, que el juez del partido decidió ignorar. El tiempo corría y "el Chale" tiró el centro con apuro. Parecía una pelota perdida. El arquero avanzó dos pasos y esperó, confiado la última pelota del partido. Alejandro dejó detrás a su marca, buscó la bola anticipándose al arquero y la golpeó, potente, con la frente.
¡Gooooooooooooooool! Se escuchó desde fuera de la cancha. La mujer saltaba y agitaba los brazos. Pudieron ver como "El Moncho" también saltaba y gritaba de alegría.
El árbitro señaló la mitad de la cancha validando el gol. Defensores se apuró a mover la pelota, pero ya era tarde, el árbitro hizo sonar tres veces su silbato y el partido terminó.
Los desamparados se abrazaban y festejaban. Festejaban porque por cinco minutos apabullaron al rival, por cinco minutos jugaron al fútbol como nunca lo habían hecho antes, por cinco minutos deleitaron a una bella señorita.
El fútbol tiene esas cosas. Las mujeres también.

Cosme Fulanito

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente DT , cuando te decidas a escribir un libro ya sabes que te regalo la editorial!!!!
Lo prometido es deuda!!!

Ahora que estamos con el tema del reencuentro podrias inspirarte en escribir algo referido a la adolescencia y el colegio!

Abrazo guacho

Naturalmystic dijo...

Podría, pero mi memoria no lo permite.
Por otro lado, si me regalás una editorial no necesito escribir mas, van a escribir para mi!!!
Abrazo de gol.

Anónimo dijo...

Una genialidad proveniente ni más ni menos q de la mente de un genio...
Una historia d barrio, d potrero, d vida...
10 Longanizas para esta obra d arte...

Naturalmystic dijo...

Jajaja! Diez longanizas para usted!